Nunca realmente estreché su mano, ni tuve una
conversación frente a frente con él, pero tampoco fue necesario para conocer el
gran profesional, hincha, líder y ser humano que fue. A Miguel Calero lo escuché nombrar por
primera vez de boca de un hincha del Deportivo Cali, un hombre nacido en el
barrio Alameda de la capital del Valle, furibundo hincha no solo del verde azucarero sino del fútbol,
mi papá. Era el año 1996 y apenas
empezaba a asistir al Pascual Guerrero de su mano, no recuerdo la mayoría de
los partidos de ese año, ni contra quien jugaba el equipo que empezaba a despertar
un sin número de emociones. Lo que si recuerdo son algunos de sus jugadores, El
Guigo Mafla, Hamilton “El Tulipan” Ricard, Víctor Bonilla, Martín Zapata y
Miguel Calero entro otros. Miguel “Care
Puño Calero”, así lo conocí, por su ceño siempre fruncido y porque alguna vez
en la sede de la Vásquez Cobo lo escuché nombrar de esta forma. En las tribunas
del estadio empecé a adquirir emociones heredades de mi papá, aprendí a ver los
noventa minutos de los partidos en silencio total y con la mano en la barbilla
como analizando cada jugada, aprendí que si habían dudas se preguntaban y se
resolvían en el medio tiempo y aprendí a
saltar cada vez que en el arco contrario había peligro de gol. Pero sobre todo
aprendí a pararme de un solo tirón en la silla y a abrazar a mi papá mientras
su cara se transformaba y se ponía de mil colores cantando un gol, terminando
con un beso en la frente como un ritual.
Así conocí a Miguel Calero, en
las canchas del Pascual, luciendo los colores del equipo que ahora despierta
mis pasiones, lo conocí a través de las palabras, de los gestos y de los gritos
de aliento. Lo recuerdo como si fuera una fotografía en el arco del Deportivo
Cali del 96 y aunque no estuve presente en esa final frente al eterno rival de
patio, el relato de mi papá fue tan vívido que aun puedo imaginarme la vuelta olímpica
de un Cali que había esperado veintidós años para volver a ser campeón.
Para muchos fue una persona más,
para otros solo un gran deportista y ser humano, para mí un protagonista de un
legado que recibí desde que nací y uno de los íconos de un equipo que empezó a
enamorarme.
Ahora seguramente estará frente a
otro arco, uno en el que ya no podremos presenciar sus espectáculos dignos de
admiración, pero que seguramente quedarán intactos en muchos recuerdos así como
en mí y el Cali del 96. Gracias por regalarnos no solo fútbol, sino por ser
parte de una historia que va mucho más allá del deporte.
Excelente!!!
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